Artículo publicado en nuestra sección Hábitat COAMBA de la revista OTWO nº 60 del mes de julio de 2024. Desde la Página Nº 58 a la 71.
Autores:
Ramón De Miguel-Rubio 1, Lucía Galvez-Bravo 2, Anabel Perdices 3, Ángela Lambea-Camblor 3, Charlotte Penney 2, Carlo Meloro2, Begoña Martinez-Cruz 2, Richard P. Brown 2.
Referencia:
- Guadalictio S.L. Ambientólogo, colegiado en COAMBA.
- School of Biological and Environmental Sciences, Liverpool John Moores University, Liverpool, UK.
- Museo Nacional de Ciencias Naturales, Madrid, Spain.
Introducción
A partir de mediados del siglo XX, los países europeos con clima mediterráneo experimentaron un incremento en la construcción de embalses que empezó a frenarse coincidiendo con la aplicación de la Directiva Europea Marco del Agua a comienzos del XXI. La creación de estos nuevos ecosistemas artificiales llevó de la mano la introducción de especies exóticas de interés para la pesca deportiva y que en algunos casos han llegado a convertirse en invasoras debido al impacto negativo que causan sobre las especies nativas.
Con la intención de facilitar la disponibilidad de presas, a principios de los 90 del siglo XX, se introdujeron peces pasto como el alburno (Alburnus alburnus) para alimentar a los depredadores exóticos ansiados por los pescadores deportivos. Esta prolífica especie es un pequeño ciprínido que se distribuye ampliamente en la Europa transpirenaica, donde constituye la base de la alimentación de múltiples especies invasoras. Su exitosa estrategia reproductiva le confiere varias ventajas. Por un lado, produce un mayor número de descendientes comparado con sus homólogos de la península ibérica. Además, gracias a su considerable capacidad natatoria, consigue remontar y frezar en tramos aguas arriba de los embalses, con aguas corrientes, y fuera del alcance de las especies piscívoras que se establecen en los embalses.
Esta capacidad de remonte la diferencia de otras especies invasoras y supone una de las amenazas más importantes para la conservación de los pequeños ciprínidos nativos de los ríos mediterráneos de la Península Ibérica, puesto que estos peces autóctonos, presentan características similares a las del alburno. Las poblaciones de las especies nativas se mantienen relativamente bien conservadas en zonas a cierta distancia aguas arriba de los embalses, pero el remonte del alburno las amenaza: su llegada entraña una mayor competencia por los recursos y tienen el potencial de hibridarse con ellos, lo que podría derivar en dilución genética de las especies nativas y una pérdida de su diversidad genética.
El endemismo ibérico quizás más parecido al alburno es el calandino (Squalius alburnoides). Este pequeño pez autóctono posee unas características morfológicas similares a las del invasor alburno, aunque diferenciados claramente por una base de la aleta anal más prolongada en el alburno y una franja oscura lateral (no siempre presente) en el calandino. El calandino está considerado como un «complejo hibridogenético» cuyo origen es el resultado de la hibridación de dos especies diferentes. El calandino presenta diferentes estrategias reproductivas siendo común una en la que utiliza el esperma de especies similares (principalmente de cacho, Squalius pyrenaicus). Esta facilidad para la hibridación se ve favorecida en tramos con escasez de hábitat disponible para desovar y alta densidad de otros pequeños ciprínidos, como pueden ser la pardilla (Iberochondrostoma lemmingii) o la boga (Pseudochondrostoma willkommii).
Todas estas especies autóctonas están amenazadas y clasificadas como «Vulnerables» por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (IUCN). Son especialmente escasas, tanto en tramos de río bajo la influencia de un embalse aguas arriba, como en tramos de cabecera que, tras secarse en verano, no pueden ser recolonizados en primavera por algún tipo de obstáculo (físico o químico). Por ello, los tramos medios entre el embalse y la cabecera, que se mantienen con agua durante todo el año, son cruciales para la conservación de los pequeños peces autóctonos.
Estudio
Durante los primeros años del siglo XXI, la presencia del alburno en la cuenca del Guadalquivir (sur de la península ibérica) se limitaba a cauces embalsados y tramos aguas abajo de los mismos, incluido el cauce principal del Guadalquivir. Tan sólo excepcionalmente, se capturaba algún ejemplar aguas arriba, en zonas próximas a la cola del embalse. Sin embargo, a partir de la segunda década del 2000, la invasión remontante de esta especie ha alcanzado tramos medios aguas arriba de los embalses. Al mismo tiempo se detectó una disminución en las poblaciones de ciprínidos autóctonos en pequeños cursos, donde pocos años antes eran abundantes. El alto potencial de hibridación entre pequeños ciprínidos es de sobra conocido, por lo que se decidió estudiar este posible fenómeno entre el invasor alburno y las especies autóctonas. Los esfuerzos se centraron en aquellas zonas donde se sospechaba que podría estar sucediendo: bien por proximidad con cauces fuente de alburnos, bien por presentar pequeñas pozas aisladas con elevada densidad de pequeños ciprínidos autóctonos.
Con este objetivo se seleccionaron 3 escenarios en cuatro tramos de diferentes arroyos: 1) un cauce de aguas permanentes en contacto directo con el cauce principal del Guadalquivir, ecosistema fuente de alburnos (arroyo Rabanales); 2) un cauce intermitente con pequeñas pozas aisladas durante gran parte del año y desconectado del Guadalquivir por un doble obstáculo físico-químico (arroyo Guadalbarbo); 3) una pareja de cauces intermitentes con pozas superficiales (arroyo Picachos) o medianamente profundas (arroyo de la Marota) en contacto intermitente con el cauce principal del Guadalquivir.
Los ejemplares capturados se identificaron a nivel de especie y se diferenciaron aquellos individuos con características morfológicas propias de los híbridos: una aleta anal no tan prolongada como la del alburno, pero no tan corta como la del calandino, o una boca no tan alta como la del calandino, pero no tan baja como la de la boga. Se tomaron fotografías para llevar a cabo análisis morfométricos y una muestra de aleta pectoral para análisis genéticos.
Los resultados genéticos mostraron que, en los tramos con pozas aisladas, altamente pobladas y parcialmente desconectados del cauce principal del Guadalquivir, se produce hibridación de calandino con otros pequeños ciprínidos autóctonos; mientras que en los tramos mejor conectados con el Guadalquivir se produce hibridación entre calandino y alburno. Además, se detectaron híbridos de calandino-boga (ambas especies nativas), procedentes de calandinos machos que fertilizan huevas de boga. Estos híbridos serían fácilmente reconocibles por su boca dispuesta a una altura intermedia entre ambas especies. Sin embargo, algunos individuos con apariencia de calandino «puro» fueron en realidad híbridos no reconocibles en base a características externas. Esto sugiere que se puede estar infravalorando la ocurrencia del proceso de hibridación y que, en algunos casos, los criterios morfológicos no son suficientes para distinguir híbridos. Estos resultados se derivan del estudio en un número limitado de cauces de agua; pero es precisamente esta facilidad para detectarlos lo que sugiere que la hibridación entre diferentes especies, autóctonas y no autóctonas, podría ser frecuente y estar extendida por la cuenca del Guadalquivir. Algunos de los cruces se sospechaban, pero han sido confirmados por primera vez en este estudio (ej. boga-calandino) y tienen especial relevancia para la conservación.
Repercusión
Los resultados constatan la existencia de híbridos de calandino y alburno (invasora) o con otras especies autóctonas. Esto supone un riesgo de pérdida de biodiversidad, que irá en aumento si continúan los actuales ritmos de expansión de especies invasoras y calentamiento global. Los tramos medios de los ríos mediterráneos donde sobreviven las comunidades piscícolas amenazadas se enfrentan a presiones que acechan, tanto desde aguas arriba, como desde aguas abajo.
Por un lado, el cambio climático está causando sequías más severas, exacerbadas por el descenso del nivel freático a causa del incesante crecimiento del regadío. Esto provoca la desaparición de las pozas aisladas en tramos altos que sostenían a los pequeños ciprínidos autóctonos durante el estío, forzando su desplazamiento hacia tramos más bajos. Por otro lado, la paulatina colonización aguas arriba de las especies exóticas invasoras va alcanzando año tras año tramos de río más alejados de los embalses. Ambas presiones emparedan a los peces autóctonos en una suerte de «sándwich letal», obligándolas a habitar tramos medios de escasa longitud. Éstos son las únicas zonas donde pueden escapar de la sequía (por arriba) y de la depredación/ desplazamiento a causa de las exóticas (por abajo). Sin embargo, estos tramos no son los preferidos por las especies autóctonas de manera natural. En ellos se enfrentan a problemas de introgresión y dilución genética derivados de la escasez de hábitats disponibles para la freza, siendo el calandino la especie más propensa a hibridar con los otros peces, tanto autóctonos, como exóticos. La introducción de las especies invasoras como el alburno aumenta las posibilidades de hibridación propiciando la pérdida de biodiversidad de las especies autóctonas.
Ante este escenario, hacemos un llamamiento para insistir en la necesidad de coordinación entre las administraciones competentes en materia de cauces y biodiversidad, identificando aquellos tramos medios donde el conflicto es más probable. Los esfuerzos deberían concentrarse en las zonas donde se estime se vaya a producir el encuentro entre alburno y comunidades de peces autóctonos bien conservadas, o en pozas aisladas donde se vaya a producir una elevada concentración estival de especies autóctonas amenazadas. En dichos tramos, deberían priorizarse trabajos de control de exóticas invasoras y de restauración forestal riparia, que evita la evaporación de la escasa lámina de agua, con acciones apoyadas por programas de voluntariado. Además, de forma preventiva podrían instalarse temporalmente pequeñas barreras selectivas que permitan el ascenso de algunos individuos de especies autóctonas (principalmente, anguila, barbo y boga), pero que evitan el ascenso de las especies invasoras, ya que presentan generalmente menor capacidad de salto o reptación.
En definitiva, la presencia de especies exóticas invasoras debiera incluirse como indicador vinculante para establecer el estado de la calidad de las masas de agua. De este modo, las demarcaciones hidrográficas se verían forzadas a controlar firmemente esta contaminación biológica que silenciosamente degrada cada vez más nuestros ecosistemas acuáticos.
Fuente: Revista OTWO nº 60 del mes de julio de 2024.
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