Los quirópteros, importancia ecosistémica y necesidad de conservación – Revista OTWO Febrero 2022

Artículo publicado en nuestra sección Hábitat COAMBA de la revista OTWO nº 31 del mes de febrero de 2022, desde la página 68.

Los murciélagos, debido a sus costumbres nocturnas y huidizas, han sufrido a lo largo de la Historia una serie de acusaciones que los retrataban como animales siniestros vinculados al mal. Como ha sucedido también en otros muchos casos con otros animales, el Ser humano ha recurrido a la leyenda y al mito allí donde no podía llegar con el conocimiento.

Los murciélagos han sido tomados en tiempos pasados por brujas metamorfoseadas, y aún hay quien piensa que se lanzan al pelo de los seres humanos, que provocan calvicie, e incluso que nos pueden contagiar de Covid-19, afirmación tan acientífica como las anteriores.

Sin embargo, dado que el régimen alimentario de nuestros murciélagos se basa en los insectos, el papel que desempeñan a la hora de controlar plagas agrícolas y la presencia de insectos que pueden transmitir enfermedades al Ser humano (un sólo murciélago puede predar sobre más de mil mosquitos en una sola noche), ha sido clave a la hora de propiciar un elevado nivel de protección legal, que en el caso de determinadas especies se traduce incluso en la protección de sus hábitats.

El común de la gente al oír hablar de especies protegidas piensa en «especies estrella» propias de hábitats lejanos de montaña o de bosque, tales como el quebrantahuesos, el oso pardo o al lince. En realidad nadie piensa en unos animales que cuentan con la mayor representación de especies entre los mamíferos locales —33 taxones en España—, y cuya polivalencia ecológica los hace presentes en todo tipo de ecosistemas. Mientras que especies generalistas como el Murciélago común (Pipistrellus pipistrellus) se pueden encontrar en cualquier hábitat, desde grandes ciudades hasta zonas de alta montaña, pasando por bosques de diversas tipologías, campiñas agrícolas o zonas húmedas, otras como el Orejudo alpino (Plecotus macrobullaris) sólo se encuentran en las más altas cotas pirenaicas; el Murciélago ratonero forestal (Myotis bechsteinii) se refugia exclusivamente en bosques de quercíneas en los que los árboles centenarios se hayan conservado a través de los siglos y el Murciélago patudo (Myotis capaccini) sólo habitan en lugares de clima mediterráneo cálido en los que haya planos permanentes de agua dulce.

Entre estos ejemplos extremos de unas especies generalistas y otras especialistas existe todo un elenco de especies que podemos encontrar en ambientes adecuados tales como ríos y parques del interior de ciudades o en la periferia de los pueblos. Unas de las colonias más importantes del amenazado Nóctulo gigante (Nyctalus lasiopterus) se encuentran en el sevillano Parque de María Luisa y en el Zoo de Jerez, y otras dos de las escasas colonias de su pariente el Nóctulo mediano (Nyctalus noctula) se encuentran en sendos parques en Lleida y Aranjuez.

Debido a la diversificación ecológica a la hora de buscar las presas los murciélagos explotan diferentes nichos espaciales. Una parte de ellos está especializada en grandes alturas, prospectando vastas extensiones de espacio libre a gran velocidad, caso de los nóctulos (Nyctalus sp.), Murciélago de cueva (Miniopterus schreibersii) y el Murciélago rabudo (Tadarida teniotis), mientras que otros son considerados «cazadores de borde» que patrullan en las inmediaciones de elementos de la foresta o el relieve —por ejemplo edificios— y esto incluye a los géneros Pipistrellus, Eptesicus, Hypsugo y Vespertilio. Por último, tenemos un grupo de especialistas en espacios cerrados que capturan sus presas en vuelo o directamente sobre las superficies buscándolas entre el arbolado de diversa talla, representadas en nuestras latitudes por los géneros Rhinolophus y Barbastella, y también por la mayoría de especies de los géneros Plecotus y Myotis.

Si tomamos como referencia la elección de los refugios, hay una proporción de murciélagos fisurícolas que aprovechan los intersticios de las edificaciones —no sólo edificios, sino también por ejemplo puentes y juntas de dilatación de túneles— y por ello son las más usuales en núcleos habitados (géneros Pipistrellus, Eptesicus, Tadarida, y en ocasiones Barbastella, Nyctalus y Vespertilio). A este grupo debemos sumar el de los cavernícolas no estrictos, especies que en un principio se refugiaban en cuevas y posteriormente se adaptaron a vivir en habitaciones humanas, y están representados por el género Rhinolophus y por parte de los géneros Plecotus y Myotis.

Toda esta interrelación entre quirópteros y Ser humano se ve reflejada en la protección legal de que disfrutan los murciélagos. Hace ya tiempo que estos particulares mamíferos voladores tienen una alta consideración legal por los servicios ecosistémicos que nos brindan, y que se refleja en un elevado status de protección dentro de la normativa europea. Ya desde hace varias décadas todas las especies de quirópteros han sido consideradas por la Comunidad Europea con rango de protección estricta, aunque las trasposiciones a normativas más locales han ido dejando sin esta protección a buena parte de las mismas, en muchos caso por desconocimiento.

Es importante matizar que ésta protección, aun existiendo, queda obviada demasiado a menudo. Los murciélagos se ven afectados en sus refugios cuando se trata la madera de un edificio con sustancias químicas, se tapan las juntas de paredes y puentes, se cierran cuevas y se clausuran minas, se talan árboles añosos en parques y bosques, y lo mismo ocurre cuando por la frecuentación de cuevas o edificios tranquilos se interrumpe la cría o hibernación, lo cual desemboca en ocasiones en mortandades masivas. En las zonas de alimentación las afecciones negativas se producen con la contaminación y desecación de humedales, la eliminación de arbolado y setos, la iluminación nocturna en cazaderos y vías de paso, la fumigación de bosques y cultivos, las obras de encauzamiento fluvial, los parques eólicos, o los monocultivos forestales de especies alóctonas.

En definitiva, podríamos resumir diciendo que la variedad y abundancia de murciélagos en determinado lugar constituyen buenos bioindicadores, y que un entorno ideal para los quirópteros es a su vez un entorno ideal para el Ser humano. Proteger a los murciélagos es a su vez proteger nuestra calidad de vida y la salubridad y funcionalidad de nuestro entorno.

Por esta razón, deben ser definitivamente tenidos en cuenta a la hora de abordar estudios, necesariamente rigurosos, sobre el impacto ambiental de las intervenciones humanas realizadas en cualquier ámbito y lugar, con independencia de su naturaleza o presunta legitimación.

Autores:

  • Miguel Óscar García Fernández (Environmentalist, Master in Crime Analysis and Prevention, Expert in Environmental Criminology and Environmental Expert).
  • Raúl Molleda García (Chiropterologist member of the Spanish Association for the Conservation and Study of Bats -SECEMU- and the MUR Association).

Fuente: Revista OTWO nº 31 febrero 2022.

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