Tres razones por las que la COP 21 de París puede ser diferente

Cuando solo faltan días para su celebración en París, la COP21 pretende ser un éxito tras los veinte fracasos precedentes. ¿Podrá conseguirlo? Pues puede que esta vez sí. Hay algunas razones para ser optimistas.
Consenso total
Después de que la Iglesia de Inglaterra, la Iglesia Católica, el Dalai Lama y el Simposio Internacional Islámico se han sumado al apoyo a un gran pacto mundial para combatir la amenaza climática. Esto por el lado de las religiones. Todas las demás organizaciones de la sociedad civil (salvo al parecer el Partido Republicano USA) piensan más o menos lo mismo.

Precios
Suele ocurrir que la espera de grandes cataclismos acabe con un decepcionante anticlímax. Este podría ser el caso de la energía que sustenta nuestro mundo, el petróleo. Desde hace tiempo autorizados expertos pintan el Oil Crash con negras tintas. No hay salvación. Las renovables no son la solución, pues su tasa de retorno energético es muy inferior al parecer a la del petróleo. También se aducen otras limitaciones de estas energías, como su necesidad de materiales muy raros y costosos para aplicaciones cruciales, como las baterías. Así que después de mí, dice el señor Petrólo, el diluvio. La MegaCatástrofe que barrerá nuestra civilización está a la vuelta de la esquina, en cuanto el petróleo se ponga a 500 dólares el barril y peleemos por las últimas gotas del precioso combustible.
Este horrible panorama contrasta con una especie de desinterés universal por el petróleo, que se traduce en precios de 50 dólares por barril o menos desde hace un año. Serios consultores explican el asunto por una conjunción de factores geopolíticos inextricables, pero la verdad es que muchos países, cada vez más, están abandonando su dependencia petrolera casi sin darse cuenta. Como muestra está España, un país industrializado de tamaño medio. Al ritmo actual de disminución, el petróleo supondrá en 2020 apenas un tercio del consumo total de energía primaria en nuestro país.

Verano infernal
Todos los meteorólogos coinciden: el verano de 2015 está siendo excepcional, con una manta de calor sin ningún resquicio que nos ha aplastado durante siete u ocho semanas. Cuando se les hace la Gran Pregunta, todos responden cautamente que el cambio climático y la ola de calor de 2015 no tienen nada que ver, son escalas de tiempo y sistemas distintos, etc. Lo malo es que, salvo Donald Trump y allegados, todo el mundo está convencido de lo contrario: de que el verano de 2015, lejos de ser excepcional, es una muestra de cómo serán todos los veranos de ahora en adelante. Menuda pesadilla. Hasta el líder mundial (o al menos europeo) más encallecido por el aire acondicionado de su residencia oficial se ha dado cuenta, y eso puede marcar una diferencia en París, como la llegada del borde del agujero de la capa de ozono a la vertical de la Casa Blanca, que provocó la inmediata aprobación del protocolo de Montreal.

Fuente: Señales de sostenibilidad, boletín informativo de Fundación Vida Sostenible.

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