Plásticos: más allá de la contaminación ambiental, sus efectos en la salud – Revista OTWO julio 2022

Artículo publicado en nuestra sección Hábitat COAMBA de la revista OTWO nº 36 del mes de julio de 2022, desde la página 72.

Por todos es conocido la ingente cantidad de plástico que producimos a escala mundial, la cual no deja de crecer y cuya cantidad en 2018 superó los 359 millones de toneladas. Alrededor del 40% de esta producción va destinada a embalaje y envasado, como bolsas, botellas, etc. que normalmente son de un solo uso. Y el problema no solo es la producción creciente de este material, sino la escasa tasa de reciclado que tiene, ya que se estima que solo el 42% de los plásticos son reciclados en Europa.

¿Qué sucede con el resto? Estamos acostumbrados a verlo: plástico por todos lados, ciudades, cunetas, descampados, vertederos… y en sitios donde es aún más descorazonador: bosques y océanos. En este último, las cantidades que se vierten son abrumadoras: 12,7 millones de toneladas al año, unos 200 kg cada segundo. Estos plásticos tienen un tiempo de degradación muy elevado, que oscila entre 150 años y 1.000 años, dependiendo del grosor, del tipo de material empleado para fabricarlos y las condiciones medioambientales a las que quedan expuestos. En los mares y océanos, los plásticos van rompiéndose en trozos cada vez más pequeños, a causa de la acción continuada del agua, y estos pedazos son ingeridos por los seres marinos, en muchos casos, costándoles la vida.

A parte de todas las implicaciones ambientales que todo lo anterior conlleva, muchos de los elementos que tienen los plásticos para conservar sus propiedades (que sean flexibles, no amarilleen, no den sabor…), pueden tener además implicaciones en la salud humana. La exposición de la población a muchos de estos componentes pasa inadvertida, pero se produce de forma casi constante por la cantidad de productos que los llevan a nuestro alrededor.

Algunos de los componentes más sonados son los Bisfenoles, los Ftalatos y los PFAS. Estos compuestos actúan como disruptores endocrinos, es decir, alteran la acción de las hormonas en el cuerpo humano, modificando su mensaje. La exposición prolongada a este tipo de compuestos puede derivar en un incremento del riesgo de padecer determinadas afecciones en la salud. Para determinar este riesgo existen numerosos estudios epidemiológicos que analizan las concentraciones de estos contaminantes en el cuerpo humano (exposición) y siguen a la población a lo largo del tiempo. Estos estudios son los que han determinado la calificación de hormonalmente activos a estos compuestos, y por lo que se legisla en una “dosis diaria tolerable” de cada uno de ellos por separado.

Bisfenoles: El más conocido es el Bisfenol A (BPA), La población está expuesta a BPA a través del consumo de alimentos o bebidas que han estado en contacto con plásticos que lo contienen, ya que los bisfenoles pueden migrar del plástico a cualquier cosa con la que estén en contacto, principalmente si se expone a calor. Más del 90% de la población mundial presenta niveles detectables en orina de BPA. Los sustitutos del BPA, BPS y BPF también son disruptores endocrinos.

Ftalatos: Son un grupo de químicos industriales que son utilizados ampliamente para hacer que los plásticos sean flexibles y duraderos. La exposición a los ftalatos se da a través de la comida, bebida o inhalación y contacto dérmico de sustancias que los llevan, como algunos cosméticos. Toda la población europea presenta niveles de ftalatos en orina.

PFAS: PFAS es la abreviatura de las sustancias alcalinas perfluoradas y plyfluoradas.

Los PFAS se denominan “productos químicos para siempre”, ya que son muy resistentes a la degradación y se sabe que pueden persistir en los seres humanos y en el medio ambiente durante más tiempo que cualquier otra sustancia fabricada por el hombre. Se trata de un amplio grupo de más de 4.700 sustancias químicas que se utilizan desde 1950. Para hacer que los productos de consumo sean resistentes al agua, al aceite y a la grasa y para evitar que se manchen. Toda la población está expuesta a los PFAS.

Las consecuencias para la salud derivadas de la exposición de todos estos contaminantes son muchas: BPA está asociado a aumentar la probabilidad de padecer enfermedades metabólicas, infertilidad, problemas de peso al nacer, enfermedades cardiovasculares, problemas de neurodesarrollo e inmunológicos, diabetes, obesidad y cáncer hormono-dependiente. Sobre esto último, recientemente, el estudio epidemiológico EPIC (European Prospective Investigation into Cancer and Nutrition) en población española asoció los niveles llevados de BPA a un mayor riesgo de cáncer de próstata.

Por otro lado, los estudios epidemiológicos asocian que la exposición a Ftalatos afecta a la reproducción masculina y puede elevar el riesgo de padecer asma, diabetes mellitus, y promueven los déficits de atención y los problemas del metabolismo. En cuanto a los PFAS, se ha comprobado que afectan al sistema inmunitario en concentraciones muy bajas y elevan el riesgo de padecer cáncer.

Además, hay que tener en cuenta que toda la población está expuesta a estos compuestos, pero los más vulnerables son las mujeres embarazadas, ya que algunas de estas sustancias pueden atravesar la placenta y llegar al feto. También los niños pequeños son especialmente susceptibles al estar en pleno desarrollo.

La evidencia científica sobre el efecto en salud de estos contaminantes componentes de algunos plásticos es cada vez más abundante y certera, reflejo de ello es que la Autoridad en Seguridad Alimentaria Europea (EFSA) ha propuesto bajar los límites admisibles de BPA en la comida 100.000 veces, o el hecho de que en Europa se han prohibido los ftalatos en los juguetes infantiles y el BPA en biberones. También, en España se acaba de aprobar en el Congreso de la Ley de residuos y suelos contaminados, que prohíbe los envases que contengan bisfenol-A y ftalatos.

La exposición de la población a estos compuestos se sigue estudiando de forma activa por numerosas investigaciones epidemiológicas. Una de las más recientes es la Iniciativa Europea de Biomonitorización Humana (HBM4EU), donde 30 países y la Agencia Europea de Medio Ambiente así como la Comisión Europea analizan la exposición de la población a estos compuestos y cuyas conclusiones sirven para legislar sobre los mismos.

Sin embargo, la evidencia científica sobre efectos en salud necesita de mucho tiempo de estudio, puesto que el desarrollo de las enfermedades requiere años. Es por ello, que la legislación también tarda en hacerse efectiva por lo que, tanto para limitar la cantidad de residuos plásticos que vertemos al medio ambiente como la exposición humana a estos compuestos, la solución pasa por una cosa: Reducir.

Autores:

  • Elena Salamanca Fernandez, ambientóloga, PhD en Medicina Clínica y Salud Pública
  • Manuel Samaniego Sánchez, ambientólogo. Secretario COAMBA

Fuente: Revista OTWO nº 36 julio 2022.

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