Artículo publicado en nuestra sección Hábitat COAMBA de la revista OTWO nº 29 del mes de diciembre de 2021, desde la página 58.
La desembocadura del Guadalhorce. Un laboratorio natural
En la temprana y clara luz de la mañana invernal despierta el baile de los juncos, movidos por la brisa suave de diciembre. A esa hora ya puede verse a la mariposa de los cardos en busca de las flores más brillantes de toda la costa. Aquí no hay ruidos, únicamente el graznido puntual de alguna gaviota, la orquesta de las ranas o el silbido envolvente de las aves de paso. El martín pescador, con sus alegres colores de gala, es uno de los espectadores principales de este delta aluvial en el que finaliza un viaje de 154.000 metros. Un viaje fluvial que comienza en el Puerto de los Alazores (Sierra de San Jorge) y desemboca en un escenario que se ha convertido en uno de los más importantes entornos naturales de la costa del sol donde, a pocos kilómetros de la ciudad, uno se adentra en un Paraje que parece transportarnos a otra dimensión en la que el tiempo y el espacio se revelan ante la velocidad del mundo. Hablamos de la Desembocadura del Guadalhorce.
A modo introductorio, la desembocadura del río Guadalhorce, ubicada en el término municipal de Málaga (Málaga, Andalucía), fue incluida en 1989 en la Red de Espacios Naturales Protegidos de Andalucía, con la categoría de Paraje Natural. Originariamente, el lugar fue una enorme marisma donde la confluencia entre el mar y el río originó extensos terrenos pantanosos, en los cuales, a lo largo de los años, los depósitos de materiales aluviales fueron formando un delta. Tras la construcción del embalse del Guadalhorce, la marisma se desecó, pasando a utilizarse los suelos como terrenos agrícolas. Quiso el destino que fuera una actividad de origen antrópico la causa del resurgimiento, en términos de valores ambientales, de la desembocadura. Y es que, durante los años 70, se realizaron extracciones de áridos en la zona a través de intensas excavaciones. Excavaciones que, dado que afloró el nivel freático del acuífero aluvial, pasaron a formar lagunas, colonizándose a lo largo de los años por la flora y la fauna, retornando en cierta forma, como si de un ciclo natural se tratara, al paisaje prístino del lugar.
Esta desembocadura, ramificada en dos brazos que parecieran abrazar las lagunas de su interior, maltratada por el paso del hombre, es ejemplo de adaptación y resiliencia, de cómo la naturaleza es capaz de resurgir de sus cenizas de barro. Humilde y agradecida, no se avergüenza del origen de sus preciadas lagunas, -lo hecho, hecho está- parece escuchársele decir. A día de hoy, esta ubicación se ha configurado, además de como fuente de biodiversidad y lugar de esparcimiento y disfrute de la población, como un espacio donde no es extraño ver a ambientólogos, biólogos, geólogos y demás estudiosos del medio natural analizar la naturaleza sirviéndose de este lugar. Y es que multitud de trabajos han basado sus estudios en el Paraje Natural de la Desembocadura del Guadalhorce, desde el análisis de sus características propias, hasta la mera aplicación de técnicas de análisis ambiental (caracterización de aguas, cálculo de la biodiversidad, interpretación de interacciones ecológicas, etc.). Se trata por tanto un auténtico laboratorio natural gracias, entre otros, a su accesibilidad y proximidad al núcleo urbano.
Ejemplo de este tipo de actividades son las llevadas a cabo en cursos pasados por alumnos de la asignatura de Bioindicadores ambientales: Flora y Fauna, del grado en Ciencias Ambientales de la Universidad de Málaga (UMA), donde se estudió, entre otros, la relación entre las características de una laguna y el tipo de ave acuática que alberga. Otro ejemplo son los análisis de la calidad de las aguas de las lagunas, en las que se miden salinidad, pH, contaminación microbiana…, llevados a cabo en asignaturas relacionadas con el departamento de ecología y geología de la UMA.
Cabe destacar que la desembocara del Guadalhorce es un enclave especialmente importante para los ornitólogos y los amantes de las aves en general. En ella han sido avistadas más de 200 especies de aves distintas, donde es común encontrar ejemplares como el águila pescadora, el águila calzada, el martín pescador, el flamenco rosa, la malvasía cabeciblanca o el chorlitejo patinegro. Se trata de un punto clave localizado en una de las principales rutas migratorias entre Europa y África, que proporciona descanso y alimentación a multitud de aves migratorias. Gracias a los trabajos de conservación, las visitas al Paraje Natural de la Desembocadura del Guadalhorce son cada vez más frecuentes, incluso por los propios malagueños que desconocían su importancia. En este sentido, cabe destacar que en los últimos años se han llevado a cabo actuaciones de mejora como son la adecuación de los caminos, la instalación de observatorios de avifauna o la creación de señaléticas y paneles interpretativos que ayudan a entender y acercar la naturaleza a la sociedad. Esta es sin duda la mejor forma de concienciación ambiental; y es que, como decía Jacques Cousteau, “solo amamos aquello que conocemos”. Hoy en día, estas actuaciones en materia ambiental, como las llevadas a cabo en la Desembocadura del Guadalhorce, son más necesarias que nunca si queremos conservar lugares como este Paraje Natural, el cual, a pesar de presiones pasadas, de sus controvertidos orígenes y de tiempos de olvidos, es considerado refugio de biodiversidad y belleza.
Autor texto e imágenes: Ignacio M. Yélamo Mayorga. Ambientólogo. Director de proyectos en Departamento de Medio Ambiente, Enercapitalgroup S.L.
Fuente: Revista OTWO nº 29 noviembre.
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