La patronal WindEurope calcula que llegarán anualmente al final de su vida útil 25.000 toneladas de palas de aquí a 2025
La previsión global de la agencia renovable Irena es que la fotovoltaica genere ocho millones de toneladas en 2030
El despliegue de las renovables en la próxima década pone sobre la mesa una problemática aún sin resolver: cómo gestionar el descomunal volumen de residuos que generará esta tecnología cuando llegue al final de su vida útil. El abordaje de estos desechos, en pleno debate, es un tema que preocupa. Nadie quiere ver las palas de sus aerogeneradores ni los paneles de sus plantas fotovoltaicas en el vertedero, como ya ha ocurrido en EE UU, sobre todo cuando estas fuentes se venden como respetuosas con el medioambiente.
Las cifras lo constatan. En el caso de la eólica, la tecnología con más recorrido y máquinas ya envejecidas (20 años), la previsión de la patronal europea WindEurope es que en la UE queden obsoletas unas 25.000 toneladas de palas anuales de aquí a 2025, fecha del primer pico. Alemania y España serán los países con un mayor número de componentes retirados al ser los primeros en instalar esta tecnología, seguidos de Dinamarca, apuntan. Italia, Francia y Portugal empezarán a hacerlo a finales de la década, por lo que la patronal pronostica que el monto se duplique hasta las 52.000 toneladas en 2030.
Y en el caso de la solar fotovoltaica, con menos desarrollo a sus espaldas, la Agencia Internacional de Energías Renovables (Irena, por sus siglas en inglés) estima una producción global de ocho millones de toneladas de desechos en 2030 tras llegar los primeros módulos a su edad de jubilación (25-30 años), y 78 millones en 2050. España también será el primero en enfrentarse a este reto al ser pionero en su expansión. El Centro de Investigaciones Energéticas, Medioambientales y Tecnológicas (Ciemat) calcula, en el escenario más conservador, la generación anual de unas 10.000 toneladas entre 2022 y 2027. El pico se prevé para 2028, unas 22.000 toneladas.
Tasas y peculiaridades
A la fecha no hay datos oficiales sobre la cantidad de residuos eólicos y solares que se producen ni se reciclan. “El monto es aún bajo”, trasladan tanto desde la Asociación Eólica Empresarial (AEE) y la Unión Española Fotovoltaica (Unef) como desde las empresas recicladoras. Lo que sí se conoce son las tasas. “En torno al 80%-85% de la mayoría de los componentes de un aerogenerador (hormigón, acero, cobre, aluminio…) son reciclables. Pero las palas, por su naturaleza, hechas de fibra de vidrio o carbono, presentan más complejidad”, explica Tomás Romagosa, director técnico de la AEE.
No obstante, hasta ahora, en la decena de parques eólicos repotenciados (sustitución de equipos viejos por nuevos, más grandes y con mayor potencia) en los últimos años (2008-2017) se ha decidido recolocarlos en el mercado de segunda mano. Es decir, como están en buen estado, se venden en Italia, Francia, Europa del Este, Latinoamérica, a fábricas, universidades o centros de investigación.
La compañía Surus es la referencia del sector en esta materia. Utiliza un sistema de subasta online para captar compradores. “Hemos gestionado el 80% de los aparatos desmontados en España. Practicamos la economía circular. Nos dedicamos al reempleo de los equipos: lo vendemos completo para microparques o fábricas o para sustitución de piezas”, cuenta María Díaz, socia directora. Sin embargo, ante la avalancha de desechos que se avecina, advierte de que estos mercados no podrán absorber tanta oferta.
“Lo más eficiente es que no se produzca el residuo. En parques desmantelados, la tasa de reutilización ha sido del 100%, aunque no podemos poner la mano en el fuego y afirmar que nunca se ha llevado una pala al vertedero, algo que es legal”, defiende Romagosa. Es que, hasta 2025, las palas de los aerogeneradores pueden ir a la basura, una práctica cinco veces más barata que el reciclaje, señala Díaz.
En Austria, Finlandia, Alemania y Países Bajos, por ejemplo, este vertido está prohibido. Por eso, tanto la patronal europea como la española han pedido a Bruselas su armonización y prohibición. Romagosa asegura, sin embargo, que los componentes de la pala no tienen ningún tipo de toxicidad: “Son materiales inertes, no producen lixiviados tóxicos de ningún tipo”.
Respecto a la solar, la tasa de reciclaje es mayor, del 90%, aunque la intención es llegar al 100%. “El proceso no es complejo. El 80% de un módulo de silicio es de vidrio y el resto tiene aluminio, plástico, metales y semiconductores”, detalla Gonzalo Torralbo, director comercial de Recyclia. Además, el coste es viable, según Unef: 200 euros por tonelada.
Recyclia se encarga desde 2015 de su conversión, después de la incorporación de los paneles fotovoltaicos en la directiva de residuos de aparatos eléctricos y electrónicos. Y el productor (fabricante o importador, sea un fondo de inversión, promotor o firma de ingeniería) es el responsable de financiar, recoger y depositarlo en las plantas. ¿Pero qué sucede? “A veces tenemos dificultad para encontrar a ese responsable. Muchos desconocen esta obligación y más del 50% incumple la norma y no contribuye con el sistema”, lamenta. “Nuestra labor es concienciar a los fabricantes”, insiste.
Tampoco hay en España plantas de reciclaje con capacidad suficiente (soportan apenas unas 2.000 toneladas al año) y solo una hace el proceso completo al ser aún un mercado pequeño, añade. Lo que será insuficiente para amortiguar las 300.000 toneladas de desechos previstas para 2030 y las entre 100.000 y 150.000 anuales a partir de 2050, según Torralbo. También falta automatización.
La primera en Europa diseñada para este fin es la de Veolia, que opera desde 2018 en Francia y procesó en ese año 1.800 toneladas. Su meta es llegar a 4.000, citan desde Unef. Alejandro Labanda, director de regulación y estudios de dicha patronal, cree que su tratamiento debería hacerse en plantas específicas, no en las de residuos electrónicos, pero admite que no hay bastante demanda. “El principal reto será logístico y de negocio para las instalaciones existentes”.
El otro desafío, según Torralbo, será en autoconsumo: facilitar al consumidor la retirada y el depósito de los paneles estropeados en puntos limpios, todavía sin habilitar.
España tiene menos de diez años para desarrollar un mercado que responda a las necesidades de reciclaje de la industria renovable. Si bien las empresas están aprovechando la llegada de los fondos europeos para impulsar algunos proyectos, el sector reclama también que el Gobierno participe y aumente la financiación en I+D para que las soluciones lleguen a comercializarse.
Hasta ahora, la mayoría de las iniciativas se centran en la eólica al ser la tecnología más madura y próxima a caducar. En abril pasado, Iberdrola anunció que estudia la construcción de cuatro plantas de reciclaje de palas –cuyo componente, la fibra de vidrio, también se usa en la industria aeroespacial o automovilística– para “dar respuesta a uno de los retos a medio y largo plazo más relevantes del sector”.
El proyecto, que busca captar recursos del Next Generation EU con la colaboración público-privada, creará más de 400 empleos directos, prevé la empresa que preside Ignacio Sánchez Galán. Además, participan siete grandes firmas, Siemens Gamesa y FCC entre ellas, 11 pymes y 5 entidades públicas. Hay otras iniciativas que han sido financiadas a través del programa europeo Horizonte 2020, apunta Tomás Romagosa, director técnico de la AEE, y en la que han participado fabricantes (Vestas, Siemens Gamesa, General Electric), promotoras (Iberdrola, Naturgy, Endesa) y centros tecnológicos como Tecnalia.
La española Reciclalia es otra compañía que destaca. Ha desarrollado un proceso de reciclaje de palas mediante pirólisis (método térmico, hasta ahora el más usado es el mecánico), aún en piloto, junto al centro tecnológico castellanoleonés Cartif (la planta se ubicará en esta comunidad). El material resultante se puede reutilizar para la confección de determinados tejidos. Otra solución planteada es usarla tal cual, para reforzar la estructura de los diques marítimos en instalaciones portuarias, algo que se ensaya en la plataforma canaria Plocan junto al centro de investigación valenciano Aimplas.
María Díaz, de Surus, añade que la fibra reciclada se utiliza también en construcción, en el sector deportivo, o “más innovador”, en la arquitectura industrial y el mobiliario urbano.
Fuente: cincodias.elpais.com