Cambiar las reglas del juego

Jorge Riechmann. Profesor de Filosofía Moral y Política en la UAM. Trabajó en ISTAS como investigador de cuestiones ecológico-sociales

Hay muchas razones para reemprender hoy la reflexión sobre el trabajo.

«Confiar a las fuerzas de mercado el destino ecológico de nuestro planeta equivale a un suicidio colectivo »

La primera probablemente sea la terrible victoria neoliberal en la “salida” de la crisis económica y financiera que comenzó en 2007 (por cierto, habría que hablar más bien –con José Manuel Naredo—de neocaciquismo que de neoliberalismo1). Pensemos por un momento en los tres factores de producción que identificó la economía clásica: naturaleza, trabajo y capital. Durante los tres últimos siglos –aproximadamente, ese período que llamamos capitalismo–, el juego a tres bandas entre esos factores determina el destino del mundo. Notemos que sólo los dos primeros son en rigor factores productivos (capaces de producir y crear): el capital no es sino naturaleza y trabajo combinados de cierta forma, acumulados a lo largo del tiempo, y bajo el capitalismo apropiados de forma privada.

Por otra parte, sólo a través del trabajo y el capital se manifiesta la intencionalidad humana, la acción que persigue propósitos. En algunas fases del capitalismo, y señaladamente durante el período “fordista” y de construcción del Welfare State, podríamos decir que trabajo y capital se aliaron en detrimento de la naturaleza. Después, en el período neoliberal/neoconservador/ neocaciquil que se abre desde mediados de los años setenta del siglo XX, el capital triunfa sin aliados. De hecho, una manera sucinta de describir el neoliberalismo es la siguiente: guerra del capital contra el trabajo y la naturaleza (es decir, contra la vida: por eso el libro de Hinkelammert y Duchrow se llama La vida o el capital)2. Y en sentido contrario, una forma sucinta de describir la sociedad sostenible que deseamos sería: alianza del trabajo con la naturaleza (de forma que sea posible la vida buena dentro de los límites biofísicos del planeta Tierra).

La crisis ecológico-social es una crisis en la relación entre humanidad y naturaleza, una crisis en el metabolismo entre los seres humanos y la biosfera que habitan. Esta relación se realiza fundamentalmente a través del trabajo. Por ello la crisis ecológico-social debe llevarnos a replantear de modo fundamental la cuestión del trabajo (y con ella la actuación sindical): si cambia nuestra relación con la naturaleza, necesariamente cambia nuestra relación con el trabajo. Éste es un reto cultural de fondo para el movimiento obrero –lleva planteado aproximadamente cuatro decenios, y por desgracia no cabe decir que esté siendo adecuadamente asumido.

Reconstruir ecológicamente la sociedad industrial, o realizar la transición hacia una sociedad sustentable, quiere decir fundamentalmente dos cosas: la primera, emplear energías renovables; la segunda, cerrar los ciclos. Para ecologizar la economía necesitamos aprender a practicar sistemáticamente un “pensamiento solar” y un “pensamiento en ciclos”. Éstas deberían ser consignas de primerísimo rango para el movimiento obrero del siglo XXI.

Los mercados capitalistas tienen serias limitaciones a la hora de tratar con los problemas medioambientales3. Confiar a las fuerzas de mercado el destino ecológico de nuestro planeta equivale a un suicidio colectivo. Cuando dentro de un marco dado, con ciertas reglas de juego, no podemos resolver problemas graves e inaplazables, de lo que se trata es de cambiar las reglas de juego.

(1) François Chesnais, en su artículo “Mondialisation : le capital rentier aux comandes” (Les Temps Modernes 607, París, enero-febrero de 2000) sostenía que la tendencia actual de la economía no es, contrariamente a lo que se repite cansinamente, la “liberalización de los mercados”. De hecho, el funcionamiento de estos mercados supuestamente “libres” está cada vez más controlado por el capital industrial y –sobre todo– financiero “que posee fuertes rasgos rentistas”. Los amos de este tipo de capital son los inversores institucionales (compañías de seguros, fondos de pensiones, fondos de inversión), y grandes beneficiarios de este régimen sesgado a favor de los rentistas. Véase también La finance mondialisée : racines sociales et politiques, configuration, conséquences (dirigido por François Chesnais), La Découverte, París 2004.

(2) Ulrich Duchrow y Franz Hinkelammert: La vida o el capital. Alternativas a la dictadura global de la propiedad. Dríada, México DF 2004.

(3) Sobre esto se arguye por extenso en Jorge Riechmann, “Planes y mercados en una sociedad ecosocialista”, en Francisco Fernández Buey/ Jorge Riechmann, Ni tribunos. Ideas y materiales para un programa ecosocialista, Siglo XXI, Madrid 1996.

 

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